jueves, 9 de junio de 2016

Días de blogger XXXII: Dos cenas, dos oportunidades únicas.

La Revolución (¿Caliente? No lo creo)

El campo de batalla
Hace buen tiempo que sigo en Facebook a Don Lucho, un personaje muy querido en el medio gastronómico. Su habilidad en la cocina es indiscutible pues diariamente postea fotos de los guisos que prepara y pocas veces lo he visto repetir un plato. Lo mejor, siempre está atento a responder cualquier consulta sobre la preparación o los ingredientes que utiliza. Aún recuerdo aquella vez, cuando por azar lo encontré en un restaurante miraflorino y estuvimos hablando buen tiempo sobre gastronomía china, política y las diferencias entre la pasta industrial y la artesanal. Una clase maestra.

Entenderán mi euforia cuando me enteré que se iba a organizar una cena con Don Lucho como protagonista y cuyo "leitmotiv" era la comida de la India. Apenas ví el flyer no perdí un minuto para contactarme con los responsables y averiguar donde tenía que hacer el depósito para asegurar mi presencia en la dichosa cena. Algo así como ese meme con la frase "Shut up and take my money"

Cashews picantes
Llego con demasiada anticipación al local de La Revolución en Miraflores. Felizmente, porque así encuentro sitio para cuadrar en esas calles angostas, donde nunca falta un vecino que se esmera en demostrar su animadversión ante los extraños que invaden "su" espacio público. La cena está pactada para las 8.45 pero como llego antes puedo participar de la experiencia sensorial  Se trata de evaluar diversas especias con los cinco sentidos y apuntarlo en un cuadernillo. No deja de tener cierto interés pero se me ocurre que es un recurso obvio para dilatar el inicio de la cena. Lo mejor fue conocer a Juan Acevedo, uno de los héroes de mi infancia, y que se alegró mucho cuando se enteró como lo había seguido durante todos estos años. (El Kuraka, Love Story, el barrio de Cholín y no paro de contar)

Sin embargo, está claro que no me alimento de recuerdos sino de comida. La desesperación me consume, son casi las 9 de la noche y no veo ni siquiera un maní confitado. Estoy a punto de comer las especias de los otros invitados hasta que, por fin, aparece Don Lucho anunciando el inicio de la cena. A manera de abreboca sirven unos cashews picantes que desaparecen en un periquete. Al diablo con el maridaje, mi estómago reclama a gritos satisfacer sus necesidades primarias. Listo, Ahora sí, a ver la botella de cerveza. Ok, me sacaron una sonrisa porque el detalle de la etiqueta con el rostro de Don Lucho es brillante. Por favor, ¿me traen otra porción de cashews?

Lentejas con espinaca
Es obvio que todos los platos son nuevos para mí y no tengo punto de referencia para evaluarlos. Peor, el apetito me gana y sólo me preocupo de devorar todo lo que me pongan delante. El chutney de durazno y manzana es una preparación dulcete, recargada de especias, que se sirve como acompañamiento pero funciona muy bien como entrada para mí. Luego me sirven una raita, salsa típica de la India cuyo ingrediente básico es el yogur. La de pepino y pecanas es un éxito por su sabor refrescante y ese crocante que le dan las pecanas. Inmediatamente aflora mi lado egoísta y pido una porción adicional para mí solo, pues no estoy dispuesto a compartir ni una cucharada. Paso de la raita de culantro, pues el sabor intenso de esa hierba no termina de cuadrarme. 

Sigue una ensalada de beterraga y unas lentejas con espinaca, platos ligeros en su concepción que harían las delicias de los vegetarianos. Pero mi organismo requiere proteínas y con los fondos llega un pollo tandoori que es suficiente para calmar mis necesidades. Según me explican, este pollo se marida en especias y yogur durante horas para luego cocinarse al horno. No lo siento tan intenso como los otros platos pero ya estoy satisfecho. Pequeño detalle, veo en la carta con desánimo que falta el curry de cerdo. No hay que ser muy brillante para deducir que comer un plato con cerdo a las 11 de la noche no es la mejor de las ideas. Pruebo un bocado, remojando el naan (pan plano), y es suficiente para sacarme el clavo y emprender las de Villadiego. Pero, antes de llegar a la puerta, Don Lucho me intercepta e insiste en que no me puedo ir sin probar el helado de mango con cardamomo. Dios, voy a terminar odiando esa especia. En fin, una cucharada del famoso helado y la tarea está cumplida. Al día siguiente es jornada de trabajo y los ojos ya se me están cerrando.

Curry de cerdo
Si tuviera que hablar de la cena como experiencia para disfrutar la cocina de una persona que admiro, diría que estoy más que satisfecho. Pero cuando recuerdo el monto que pagué, equivalente a una cena maridaje en uno de mis restaurantes favoritos, mis cejas empiezan a arquearse. Entiendo que el costo sirve para cubrir las actividades propias de esta organización pero algunos detalles se les escapan. Ejemplo, cuando el encargado hace el ademán de servir el vino sin cambiar la copa (Facepalm!) o cuando me siento en la necesidad de salir a la calle porque no aguanto el ruido de la conversación ni la incomodidad de las sillas (y veo que no soy el único que piensa igual) Si a ustedes no les preocupan esos detalles y sólo quieren ser parte de una cena diferente y que se extienda hasta la medianoche entonces vayan felices. De lo contrario ya quedan advertidos.

Para mayor información visiten el Facebook: La Revolución Perú
La Revolución queda en Francisco de Paula 726, Miraflores.
Ticket promedio: S/230.00
Volvería: Depende el presupuesto porque sus cenas económicas no son.


Experiencia EVDC en Matria (A la tercera va la vencida)

¿Comenzamos?
Nuevamente los #viciolovers nos volvemos encontrar en una cena exclusiva para el blog. El restaurante elegido es Matria, uno de mis favoritos, donde Arlett Eulert, la chef responsable, siempre tiene un as bajo la manga para sorprenderme. Tarea nada complicada por los cambios que hace cada temporada en la carta. Eso sí, que regrese la burrata al horno. De verdad que la extraño.

Llego a la hora exacta y veo, con satisfacción, que mis seguidores se han adelantado. ¡Genial! La puntualidad alemana (10 minutos antes de la hora) siempre es recomendable. Entramos al local y tomamos posiciones mientras llega el resto del grupo. ¡Canastos! Un inbox revela que una pareja va a demorarse en llegar. Nada que no pueda manejar el equipo de cocina de Matria. Total, son cinco tiempo y están preparados con anticipación. ¿Comenzamos? Sí, pero antes un brindis por volvernos a encontrar y por el éxito de la cena. Cinco tiempos nos esperan. 

Cazuela de lechón
La experiencia se inicia con una entrada que está desde los inicios en la carta: las conchas de abanico Indochina. No es necesario extenderme porque ya la he recomendado varias veces. No hay ciencia en este plato si la calidad del insumo es óptima, la técnica de cocción depurada y la mantequilla de curry con ese sabor intenso que no he encontrado en ningún otro sitio. Seguimos con una entrada que me había recomendado un seguidor: Mejillones - Hongos y Umami. Una sopa de choros de sabor concentrado donde la pasta de miso juega un papel importante. Pequeño desliz, está un punto por debajo de la temperatura ideal. Anotado en la lista negra para avisar al final de la cena. Gajes del oficio, entendibles cuando veo que el local está copado hasta el último rincón. ¡Y eso que es jueves!

Amor por el cacao peruano
Es el tiempo de los fondos y comenzamos con unos Spaguettini nero al estilo Bombay. Nuevamente el curry domina el plato y considero que ya se ganó su lugar entre mis platos favoritos en la historia del blog aunque Arlett se moleste porque siempre pido el mismo plato. Traen salsa de curry aparte y no falta quien coja una cuchara y desee probarla tal cual. El cuarto tiempo llega en forma de una cazuela de lechón confitado con frejoles negros. Si bien el acuerdo fue servir medias porciones veo que cada plato ha tenido un efecto más contundente que el anterior. Pero no voy a claudicar y tengo que probar ese corte de cerdo y ese guiso de frijoles donde la panela y la especias hacen un contrapunto frente a la intensidad del chorizo. El arroz con choclo es muy necesario como catalizador pero no deseo llenarme. ¡Falta el postre!

El tiempo más dulce de la cena llega con un fondant de chocolate Maraná San Martín al 80%, helado bitter y pistachos tostados. Nada mejor que un postre con chocolate amargo para cerrar una cena redonda. Veo que mis #viciolovers tampoco han claudicado y nadie se va sin dejar limpio el plato. Contra viento y marea lo volvimos a hacer. ¡Gracias a Arlett Eulert y a todo su equipo de Matria! No será la última vez que nos encontremos.

Matria queda en Mendiburú 823, Miraflores.
Ticket promedio: S/.75.00 por persona. Todos los platos puede ordenarse en medias porciones y uno pueda armar un menú degustación al gusto.
Volvería: Obvio. Hay platos que ya dejaron huella en este blog.

1 comentario:

Gabriela dijo...

El precio pagado en La Revolución me parece excesivo, sobre todo después de leer la parte "no bonita" del asunto.